25.8.08

Edgar Bayley

UN SOL

No hay una naranja perfectamente redonda
No hay un día perfecto
Hay un sol para los que han peleado
contra las sombras
sin rendirse jamás
de noche
de día
a orillas del lago
bajo el sicomoro y el sauce
entre las rocas y las anémonas
Para ellos hay –habrá- un sol
porque han peleado contra las sombras
contra su propia oscuridad
su turbia lámpara
su ignorante desgano
Para ellos

habrá un sol
pero no hay
no habrá nunca un día perfecto
una naranja perfectamente redonda


Edgar Bayley (1919–1990). Poeta, ensayista y dramaturgo nacido en Buenos Aires, donde falleció. En 1944 se contó entre los fundadores de la revista "Arturo" y de la Asociación Arte Concreto-Invención. Junto a Raúl Gustavo Aguirre, Rodolfo Alonso y Joaquín Giannuzzi, estuvo entre los primeros del Grupo Poesía Buenos Aires. Como ensayista escribió dos importantes trabajos relacionados con la creación poética: "Realidad interna y función de la poesía", y "La poesía como realidad y comunicación". Dice Guillermo Ara: "El verso de Edgar Bayley trae una relativa originalidad: la forma se da liberada no ya de rima y medida sino de puntos y comas, con total desentendimiento de motivaciones afectivas, y un agolpamiento de imágenes fragmentarias, cercanas –aunque no lo buscara- al caso enumerativo y delirante que por entonces instauran los surrealistas vituperados". Poemarios: "En común", "La vigilia y el viaje", "El día" y "Alguien llama", entre otros.

Julio Félix Royano

NEANDERTHAL

A Bernardo Verbitsky por su "Megatón"
desde otra orilla de la misma pena.

Muy bien, hablemos claro.
Alguien ha dicho
que las armas atómicas podrían
deshacernos a todos.
A todos no: a unos cuantos
y eso,
según parece, es malo.

Mucho más malo que antes
cuando morían esos cuantos
y los demás seguían a través de sus tumbas
bebiendo el hidromiel y procreando
y amparando a las viudas y violando a las hijas
de aquellos cuantos.
Y eso, según parece,
no era tan malo.

Pero ahora, con las armas
que nos hemos dado
ya no se puede controlar la destrucción
ni la dirección del estrago
y sin control, podría destruirse
lo que siempre fue salvado
-habrá que esperar que se erijan nuevas casamatas
para resguardarlo-.

Es decir: nadie garantiza
que mueran sólo unos cuantos.
-Señor habrá que pensar
que hasta ahora morían los predestinados
y que no fueron elegidos
por método democrático.

Hablemos claro entonces;
tratemos de hablar claro
y hagamos lo siguiente
para ser prácticos:viajemos a lomo de mula:
el enemigo puede haber minado
astutamente las vías
en varios tramos.
Tengamos el máximo de continencia
cuando bebamos:el enemigo podría lanzar bacterias
en jagüeles y estanques y represas y lagos.
Tratemos de no tratar
con quien no sea de su agrado:
el enemigo tiene pocas pulgas
y muchos secretos macabros.
Desautoricemos nuestra historia
en eso de los granaderos a caballo:
podrían haber muerto gentes de bien
peleando contra maturrangos.
Pongamos un chasque que avise al enemigo
de todos nuestros pasos
para que no se irrite con sospechas
y no sospeche porque está irritado.

Señor, podríamos pactar con él
aunque no sea muy amigo de cumplir con los pactos.
Podríamos mellar el filo de las armas
de nuestros aliados
y dejarle plantar algunas viñas
en nuestros campos.
Y fijarnos cómo fabrican sus tiendas y sus ropas
para imitarlos
-esto, seguro, los halagaría;
esto tiene que halagarlos-.
Y podríamos ofrecerles algún sacrificio
sobre nuestro mismísimo fuego sagrado:
quizás algunas doncellas o mancebos
o algunas impetraciones y cantos.
O aceptar la fe de sus sacerdotes
porque saben muchos trabajos útiles y prácticos.
Podríamos premiar a nuestros jóvenes talentosos
con parcelas y ganados
para que los transmitan a sus hijos;
eso los tiene que alegrar: muchísimo tiene que alegrarlos.

Señor, lo importante es no morir todos;
lo importante es ir tirando.
Al fin, galleta no nos falta,
ni mate amargo.

Todos no. Todos nunca, Dios mío:venga a algunos tu amor en este sobresalto.
Antes, al menos no sabíamos cuáles
cuando eran unos cuantos.

Podríamos fumar la pipa de la paz
y consultar el oráculo
en el vientre del ave
para ir tirando.
Y cazar animales de piel suave y carne apetitosa
en paz, con ágiles venablos.
Y pintar en la piedra con vistosos colores
cada cual lo que quiera ver pintado
-mientras le sobre tiempo luego de la caza
o quieran mantenerlo los más afortunados-.

Y podríamos, en paz, aventurarnos por las nieves
y en la Patagonia de vientos rasos,
hacer como las plantas que se agachan
para no descuajarse al enfrentarlos.

Y arrastrarnos astuta y voluptuosamente
con pies y manos…

Pero el hombre de Neanderthal, Señor, no nos querría.
Porque él era curioso, progresista y dramático.
Y salió al campo y lo comió una fiera.
Y subió a un monte y lo deshizo un rayo.



Julio Félix Royano (1928). Poeta y escritor nacido en la provincia de Buenos Aires, donde reside. En 1970 fue secretario de la SADE. Colaboró asiduamente en la revista "Ateneo", en los diarios "La Nación", "El Nacional", "Clarín", los periódicos "Propósitos", "Principios", "Nueva Vida", "Pueblo Argentino" y en distintos medios de la zona sur del gran Buenos Aires. También fue un activo formador de peñas literarias y culturales, principalmente en la localidad sureña de Lanús. "Destacan en este poema, como en otros de su producción, la contundencia del mensaje político y la originalidad con que está expuesto, así como la impecable realización. Cuando el poeta es auténtico, sus profecías siempre terminan por cumplirse, como triste y certeramente ha ocurrido en este caso", comenta Haydée Breslav. Libros de poemas: "Canto provisorio", "Animal de presa", "Mururoa" y "Lunes de Dios", entre otros.

9.8.08

Santiago Espel

V - LA HORNALLA (DE: VULGATA)

La noche entra por la ventana
y se sienta en mi cocina
como una vieja conocida.
Sube el aro del fuego
y transfigura las sombras
en los azulejos blancos:
el bisonte corre por la llanura.
Miro los juguetes del río
en la pileta:
la cacerola escorada
el discurso trunco
el mate lavado
la vecina de los Rosales
las plumas del gallo sangrado.
El fuego me alarga su mano
crepitante, íntima en la sombra.
Una mujer duerme
y tiene la cara
como una fruta abrillantada.
Por la claraboya entra la luna.
Los símbolos amados de lo cotidiano.
¿De qué estaba hecha la materia del discurso?
¿Qué sustancia tenía la ilusión de la gente?
Yo hago pasar a la luna a los pasillos de mi casa.
Mi casa es como un barco chirriante, sin goznes,
un arpegio de tormentas y supercherías astrales;
yo hago pasar a la luna en sus estribos de luz,
de noche, sola, arrítmica, de canto, lomo de pez,
como esa sopa o agua bendita prometida...
deberemos colgar a Noé, al viento de las once,
deberemos ser pacientes, imbéciles como becerros/
Mañana, otra vez, el presidente dará el mensaje,
a las once, aunque el pescado, se dice, siga sin vender;
mañana será el gran día; el agua, calma, la sopa, bendita/
Los vecinos andan atareados de chusmerío,
intercambian, trafican con prisa paquetes
de azúcar, fideos, conservas, velas, perecederos;
en los pasillos, asomados a las ventanas, en las mirillas,
se dan con alevosía al pronóstico, mañana sí, mañana,
repiten, ángeles tardíos, mañana, trajinan,
y cuchichean la sopa, a las once, el agua bendita.../
Mañana a las once el presidente tendrá otra oportunidad;
se lo verá con el bisonte detrás, la llanura, la bandera.
Subo el fuego de la hornalla y cuento mi salario poco;
escupo con el caballo mi kerosene, mi indio,
soy esa agua que hierve y quema mi nido adentro;
la bronca es una serpiente que trepa y se enrosca
en mi cabeza, como la laboriosa, sibilante y callada.
Dónde estaré mañana a las once cuando el presidente/
/se venderá el pescado del km.120 a las once cuando/
De a poco se va apagando el chismorreo vecino;
se cierran sin gala las persianas; andan los gatos;
sopla el viento del río y trae el óxido obsceno,
el tambor, el rojo gallo partido, el pico, la sed.
¿Dónde ir con la luna redonda que pesa en la espalda?
¿Dónde liberar los contornos presos de la penumbra?
¿Cómo reflotar las ollas encalladas en la pileta sucia?
¿Pinchan las aristas del discurso, si toco, si pruebo?
Usted lo sabía...pez...vamos.../
/¿y ahora...? no se haga...!
Cuando sean las once...?!
¿Qué hará?, dónde, conteste.../
Una mujer duerme abrillantada por la luna.
La corona de la hornalla alza la cocina.
Corre el bisonte por la llanura de su sombra.
La noche es un encaje de tramas vegetales.
Algo más que mi alma se alza frente a vos.
Sube la bronca y es un turbante en mi nido:
la araña anuda su indio malsano de ponzoñas;
teje la bordadora su baba lerda sin contorno.
¿Y si toco? ¿Y si pruebo? ¿Y si muerdo? ¿Qué?
Nada. Nada ni nadie afuera.
Ni un perro que ladre, Sancho.../
Y si mañana yo por ejemplo salgo y/
/¿qué dirá mañana que no haya dicho?
...fue lo que dijo o lo que no dijo?/
...fue cómo lo dijo o cómo no lo dijo?/
y si yo no digo pero por ejemplo salgo y
Saco el tapón de la pileta y el agua ronca
en su remolino de barbas, espumas y óxidos;
se sacude la olla sin sus aguas donde escorar
como resbala esta mugre estancada hasta su/
La noche entra por la ventana
y se sienta en mi cocina
como una vieja conocida.
Mañana/
mañana a las once
voy
a cerrar las ventanas
voy
a apagar el televisor
voy
a dejar el mate sobre la mesa
voy
a dejar la hornalla encendida
y voy
a salir/



Santiago Espel (1960). Poeta y escritor nacido en Buenos Aires, donde reside. Es director de la colección de poesía La Carta de Oliver. Integrante de la revista "Omero". Miembro del grupo La Sociedad de los Poetas Vivos. Faja de Honor de la SADE por su poemario "Rapé", obtuvo el Primer Premio de Poesía en el Concurso Nacional "Ramón Plaza". Daniel Fara anota que: "Santiago Espel se compara con el barón rampante, de Calvino, y se pregunta por qué descendió alguna vez, por qué para qué en qué momento/-bajé a tomar la leche-.".Otros libros de poesías editados: "Pavesas & muelles", "Cantos bizarros", "Isoca".

4.8.08

Antonio Requeni

OSCURO FUEGO

¿Quién necesita que yo escriba?
Sin embargo es hermoso
vivir por la belleza, aproximarse
al fuego oscuro en el que arde
la fiesta y el misterio de la vida.
Aunque a nadie le importe.
Brilla en la noche el verso
bello y desamparado
como un cuerpo desnudo.



Antonio Requeni (1930). Poeta, escritor, ensayista y periodista nacido en Buenos Aires, donde reside. Los primeros años de su infancia los pasó en Valencia, España, pero realizó todos sus estudios en la Argentina. Trabajó en los diarios "La Prensa" y en "La Nación". Obtuvo el Primer Premio Municipal de Poesía, el Premio Fondo Nacional de las Artes, el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía y el Premio Esteban Echeverría de Gente de Letras, entre otras distinciones. Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras. Dice Sebastián Jorgi haciendo mención a la antología del poeta reunida con el título de "Poemas (1951-1991)":"Un sentimiento de complacida felicidad puede atisbarse en la poesía de Antonio Requeni, en la que el autor expresa la propia totalidad que enmarca 40 años de una apasionada entrega lírica". Algunos de sus poemarios: "Luz de sueño", "Camino de canciones", "El alba en las manos", "Umbral del horizonte", "Manifestación de bienes", "El vaso de agua".

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