Antonio Esteban Agüero
DIGO LA MAZAMORRA
La Mazamorra ¿sabes?, es el pan de los pobres,
la leche de las madres con los senos vacíos,
yo le beso las manos al Inca Viracocha
porque inventó el Maíz y enseñó su cultivo.
Sobre una artesa viene para unir la familia,
saludada por viejos, festejada por niños,
allá donde las cabras remontan el silencio
y el hambre en una nube con las alas de trigo.
Todo es hermoso en ella: la mazorca madura,
que desgranan en noches de viento campesino,
el mortero y la moza con trenzas sobre el hombro
que entre los granos mezcla rumores y suspiros.
Si la quieres perfecta busca un cuenco de barro,
y espésala con leves ademanes prolijos
del mecedor cortado de ramas de la higuera
que en el patio da sombra, benteveos, e higos.
Y agrégale una pizca de ceniza de jume,
la planta que resume los desiertos salinos,
y deja que la llama le transmita su fuerza
hasta que asuma un tinte levemente ambarino.
Cuando la comes sientes que el Pueblo te acompaña
a lo largo de los valles, por recodos de ríos,
entre las grandes rocas, debajo de cardones
que arañan con espinas el cristal del estío.
El Pueblo te acompaña cada vez que la comes,
llega a tu lado, ¿sabes?, se te pone al oído
y te murmura voces que suben a tu sangre
para romper la niebla del mortal egoísmo.
Porque eres uno y todos, comiendo el alimento
de todos, en la fiesta del almuerzo tranquilo;
la Mazamorra dulce es el pan de los pobres,
y la leche de la madre con los senos vacíos.
Cuando la comes sientes que la tierra es tu madre,
más que la anciana triste que espera en el camino
tu regreso del campo, la madre de tu madre,
-su cara es una piedra trabajada por siglos-.
Las ciudades ignoran su gusto americano,
y muchos ya no saben su sabor argentino.
Pero ella será siempre lo que fue por el Inca:
nodriza de los Pueblos en el páramo andino.
La noche en que fusilen canciones y poetas
por haber traicionado, por haber corrompido
la música y el polen, los pájaros y el fuego,
quizás a mi me salven estos versos que digo.
Antonio Esteban Agüero (1917-1970). Poeta, escritor y educador. Estudió en San Luis, donde nació y murió. Desempeñó importantes cargos públicos en su provincia: presidente del Consejo Provincial de Educación (1955/56) y director de Cultura (1957), entre otros. Fue colaborador de los suplementos dominicales del diario "La Prensa" , las revistas "El Hogar" y "Mundo Argentino", los periódicos "Los Andes", "Los Principios" y "Revista de San Luis", entre otras publicaciones. En 1960, el matutino "Clarín" le otorgó el Premio Sequiscentenario de la Revolución de Mayo. En 1970, recibió el título de Doctor Honoris Causa Post-nortem de la Universidad Nacional de San Luis. Como dice Coluccio: "No necesitó del tremendismo para denunciar en sus versos injustos despojos y torpes olvidos de los seres que marchaban sin esperanzas ni horizontes". Se cuentan entre sus libros de poesías: "Poemas lugareños", "Pastorales", "Cantatas del árbol", "Un hombre dice a su pequeño país", "Canciones para la voz humana".
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