11.11.07

Baldomero Fernández Moreno

UNO

Heredero de una estancia,
no quiso nunca estudiar:
si algo aprendió, fue a guiar
un auto con arrogancia.

Cuando baja a la ciudad
entre nubes de bencina,
aturde con su bocina
a toda la vecindad.

Excelente parroquiano,
por las tardes se lo ve
sentado en cualquier café,
rebenque o fusta en la mano.

Hay tan sólo dos momentos
en que muestra actividad,
entonces, a la verdad,
el hombre bebe los vientos:

por el medio de la calle
los días de carnaval
montado en brioso animal
le gusta lucir el talle,

o en trance de votaciones
al amigo candidato
como quien arrea un hato
arrearle los peones.

Sin hábitos de trabajo
ni cariño por la herencia,
se deshace la querencia
y el monte se viene abajo.

A él que lo dejen en paz…
Vende su campo o lo arrienda
o pone su poca hacienda
en manos de un capataz.

Si no lleva a la cintura
atravesado el facón,
no falta en su pantalón
la Browning ñata y oscura.

Juega al póquer en el club,
a la taba en el suburbio,
al monte en el fondín turbio
y tiene, es claro, un stud.

Si algo sabe es de caballos,
sólo lee la sección
turf, de noche, en "La Razón".
Y va a las riñas de gallos.

Roído de aburrimiento
y harto de la travesía
desde su estancia vacía
al poblado polvoriento,

casarse un día decide;
le pone los puntos a una
niña que tenga fortuna,
la enamora o no, y la pide.

Se realiza el casamiento,
da un gran baile, toma el tren
y torna cambiado en
solemnísimo jumento.

Y vivirá en adelante
entre un respeto untuoso,
amarrete, malicioso,
cada vez más ignorante.

Sano, colorado, grueso,
a todo podrá aspirar:
a consejero escolar,
a la intendencia, al congreso.

Y cuando llegue la hora
del aceite alcanforado,
del Cristo crucificado
y la noche sin aurora,

dormirá tranquilamente
ante el enorme misterio…
Camino del cementerio
ha de ir un mundo de gente.


Baldomero Fernández Moreno (1886-1950). Poeta nacido en Buenos Aires, ciudad donde falleció.Recibido de médico en 1922, ejerció en la Capital Federal y en el campo. En 1925 obtuvo el Primer Premio Municipal de Poesía, en 1928 se le otorgó el Segundo Premio Nacional, y en el período 1933/37 ganó el Primer Premio Nacional de Poesía. También hizo suyo el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores. Con "La mariposa y la viga" se reveló como un logrado autor de aforismos. Escribió Raúl González Tuñón: "Siendo tan porteño, un típico caballero porteño, tenía algo de castizo […] Era, pues, un poeta típico de nuestro país de aluvión. Muy español en los cafés españoles de la Avenida de Mayo, muy porteño en la Plaza de Flores –barrio donde murió- […] Fernández Moreno tuvo la virtud de incorporar a nuestra poesía el 'sencillismo' en pleno reinado de la lujosa y a veces artificiosa rima lugoniana, y cierto resabio rubenista”. Alguna de sus obras poéticas: "Las iniciales del misal", "Romances", "Ciudad", "Versos de Negrita", "Penumbra".

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